lunes, 31 de diciembre de 2018

SOLEDAD DE AFECTOS




¿Qué queda de aquella niña de apenas tres años que al oír el timbre de la puerta se sube en una silla y escudriña por la mirilla de la humilde vivienda donde sus padres la dejaban mientras salían a trabajar? Me pregunto...
Son muchas, incontables las preguntas. Encontrar respuestas a una soledad de afectos arrastrada a lo largo de toda una vida ¿es sencillamente un espejismo?
Siempre he creído en los ciclos, en secuencias numéricas que se repiten en todos los ámbitos sean sociales o personales. Ese reencuentro compartimentado de vivencias que se empeñan en reaparecer aunque con distintos escenarios. Esos fantasmas que arrastramos inexorablemente y que perturban nuestra existencia. Sentimientos, emociones en fin, que merman nuestras energías hasta culminar en manifiestas y persistentes dolencias.
Quizás la respuesta esté contenida en una sola palabra: MIEDO. Un miedo que nos paraliza, que intoxica nuestras almas.
Aquella niña, hoy ya mujer, pretende cerrar un ciclo de diez años. Hacerlo de igual modo que lo hiciera entonces, rota por el dolor del abandono. Preparará esas doce uvas, las lavará y pelará cuidadosamente. Sus lágrimas se mezclarán con las burbujas dentro de la copa de cava y no podrá reprimir  hacer preguntas al viento, sin respuestas, con la esperanza puesta en nuevos y soñados horizontes...
 
 
 

1 comentario:

  1. La respuesta esta en el viento como dice la canción de Bob. Pero debemos afinar mucho el oído para oírla. Persigue tus sueños y mira que sean tuyos y no de otros. Fuerza.

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