lunes, 27 de febrero de 2017

ÉRASE UNA VEZ...



"Érase una vez una linda Rosita que adoraba a los animalillos que, según había visto en los dibujos de sus coloridos cuentos,  habitaban en el bosque al lado de la casa de sus abuelitos
 
Aunque en el jardín se había instalado un cercado en el que convivían gallinas, gallos y conejos, la niña sentía admiración y mucha curiosidad por ver personalmente a aquellas ardillitas y perros peludos que hacían felices a las niñas que tenían abuelitas desdentadas como ella y que les arropaban por las noches cuando sus papás se marchaban al cine…
Así que una tarde de primavera en la que lucía un sol radiante y mientras oía los ronquidos de sus abuelos en el sofá del salón, salió decidida hacia el bosque cercano a conocer por fin a esos amiguitos que habitaban por allí.
Iba contenta, cantando y entreteniéndose cogiendo las florecillas silvestres que llenaban de coloridos los campos antes de adentrarse en el bosque poblado de pinos altos altos como gigantes.
"Tralalalalá, al bosque voy a jugar
Tralalalalá, la ardillita voy a encontrar"
Y así, despacito siguió adentrándose por un sendero en el que la altura de los pinos apenas dejaba que penetraran los rayos del sol
La abuela María bostezó sonoramente, mientras buscaba  a la pequeña Rosita que había dejado jugando en la alfombra del salón.
-          Ramón, Ramón! También te has quedado dormido? Has salido al jardín con la niña? No me oyes Ramón? (Este marido mío cada día más sordo!)
Salió al jardín sin dejar de llamar al abuelo y a su nietecita. Ramón, Ramón, Rositaaaaa! Pero por más que insistía ninguno de los dos contestaba.
Por fin apareció el abuelo por la puerta de la casona, ajustándose los tirantes de los pantalones.
-          Qué pasa mujer? Porqué gritas? Acaso crees que estoy sordo? Estaba en el baño. Trae a Rosita que ya es hora de merendar. Veeenga!
-          Pero bueno! claro que es hora de la merienda, pero ¿no está la niña contigo? Llevo un buen rato buscándola y pensaba que estaba contigo. ¿dónde se habrá metido?
-          Rosita!!! Rosita!!! No dejaba de gritar la abuela María, mientras seguía buscando por todo el jardín. Hasta en el ponedero de las gallinas se metió para comprobar que la pequeña no se hubiera escondido allí, como otras veces hiciera para ver si había algún huevo calentito.
A la búsqueda ya desesperada se le unió el abuelo y los dos seguían llamando a Rosita, mientras se dirigían también al bosque cercano.
Rosita se encontraba cansada de tanto mirar y mirar en busca de esas ardillitas y perros y también un poco asustada y con ganas de merendar aquel delicioso bizcocho que por la mañana había ayudado a amasar con sus manecitas menudas a la abuela María. Así que se
sentó al lado de un ramito de margaritas silvestres esperando que aparecieran los deseados animalillos y preguntándose si recordaba el camino para volver a casa antes de que anocheciera.
Los abuelos cada vez más angustiados y casi sin voz de tanto gritar, aligeraban el paso por el bosque llenos de preocupación, mientras Ramón, no dejaba de gruñir porque sus piernas reumáticas no le dejaban ir a la par de su mujer.
-          Esta niña, esta niña… cuando la coja se va a enterar. Si es que la tienes muy mimada María!!! Hasta le dejas hacer el bizcocho contigo!
Así refunfuñando los dos seguían cada vez con el paso más ligero, cuando de repente, pasado un recodo del sendero, ven a Rosita tan tranquila oliendo unas florecillas que tenía en sus manos.
-          Rosita, hija mía! Menudo susto nos has dado chiquilla! No te tenemos dicho que no salgas sola y sin nuestro permiso del jardín!
-          Sí, abuelita pero yo tenía ganas de ver esas ardillitas y perros de los dibujos de los cuentos que el yayo  y el papá me enseñan por las noches. ¿Cuándo los voy a ver?
-          Anda, anda niña, que creo que el abuelo tiene pensado un castigo bien grande para ti para que no te vuelvas a escapar nunca más.
 
La niña ahora sí que estaba asustada de verdad por la regañina de sus abuelos y rompió a llorar mientras se abrazaba a las piernas de su abuela María.
-          Yaya, yaya, te prometo que no lo voy a hacer más, de verdad, de verdad y no se lo digas a mis papás que seguro que ya no me compran más cuentos de animalitos del bosque.
Rosita ya sentada frente a una gran taza de cacao caliente y un enorme trozo de bizcocho, había aprendido que no se podía salir del jardín sin permiso de sus abuelitos porque ellos habían estado muy tristes y preocupados. Total tampoco había tenido suerte y no había podido jugar con ningún animalillo de los cuentos. Se conformaría con verlos en los  dibujos tan bonitos que cada noche la acompañaban antes de soñar con ellos mientras dormía.
Y... colorín colorado este cuento se ha acabado
 
 

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